La ausencia por sentarse «amenazado» de uno de los libreros reaparecido marca la protesta
Hong, Kong 1 de julio de 2016.- Un año más, la marcha del 1 de julio en Hong Kong que conmemora la vuelta de la excolonia británica bajo soberanía china, ha servido para medir el descontento social que existe en la ciudad con su propio gobierno y contra la injerencia de Pekín en sus asuntos internos. Decenas de miles de manifestantes -110.000 según la organización, 19.000 según la policía- han atravesado el centro financiero de la ciudad con el objetivo común de pedir una mayor democracia y la salida inmediata del jefe del Ejecutivo, Leung Chiun-Ying, a quien consideran cómplice de las políticas de Pekín.
La edición de este año ha estado marcada por la desaparición de cinco libreros de la casa Causeway Bay Books, conocida por vender títulos en los que se especula sobre los amoríos de altos cargos del Partido Comunista. Todos ellos se evaporaron sin dejar rastro en lugares como Tailandia, China o Hong Kong para más tarde conocerse a través de unas supuestas confesiones televisadas que estaban en la China continental acusados de escribir libros con contenido “falso”.
Entre ellos se encontraba Lam Wing-Kee, quien tras desaparecer el pasado octubre volvió a la ciudad de Hong Kong hace dos semanas para denunciar que había sido secuestrado y retenido en contra de su voluntad por las autoridades chinas.
Lam, que tenía previsto encabezar la manifestación de este viernes, ha anunciado a mediodía que tras sentirse “amenazado” abandonaba su idea de participar. “La ausencia de hoy de Lam es lamentable y refleja la pérdida del sentido de la seguridad que padecen los hongkoneses. A partir de ahora, el Gobierno será el único responsable de su seguridad”, ha declarado momentos antes de que empezara la manifestación otro de los líderes de la marcha, Ching Cheong, experiodista del Straits Times que permaneció encarcelado en la China continental de 2005 a 2008 acusado de espionaje.
Precisamente, es esa falta de seguridad descrita por Ching a la que la gran mayoría de los manifestantes apuntaban al ser preguntados. Para ellos, desde que Hong Kong volviera a manos de China en 1997, el principio de “un país, dos sistemas” por el que se rige la ciudad ha sido violado con hechos tales como el de los libreros desaparecidos.
Circunstancias como ésta, junto al rechazo de la propuesta para elegir por sufragio universal al jefe del Ejecutivo para las elecciones de 2017 o el fracaso de la conocida como “revolución de los paraguas” de 2014, han servido para aglutinar un descontento general que ha fraguado la creación de diversos partidos políticos, cuyos miembros ahora abogan por la independencia o la autodeterminación de la ciudad.
Este año ninguno de los concurridos puestos que ocupaban los laterales de las avenidas por las que marchaba la manifestación han sido punto de encuentro para aquellos que ahora se identifican como localistas. Considerados por Pekín como “pequeños grupos de extremistas”, HK Indigenous, el Partido Cívico y el Partido Nacionalista, se han desmarcado de la marcha principal, y han convocado a sus seguidores en una marcha paralela a las siete de la tarde en la que se prevé que puede haber altercados.
Sin embargo, según explicó Wang Guangya, director de la Oficina para asuntos de Hong Kong y Macao, Pekín no teme a unos grupos que considera desaparecerán de la escena política. Otros, como los pandemócratas, “deberán construir y reforzar los lazos con los departamentos correspondientes del Gobierno central”.
Mientras los manifestantes aporreaban con martillos de plástico monigotes del jefe del Ejecutivo hongkonés y de otros miembros de su partido, en el estrado situado al final de marcha, los organizadores recordaban que la manifestación no acababa ahí y que los otros 364 días del año “no deben quedarse de brazos cruzados y no hacer nada”. (El País)