A los 88 años de edad falleció este miércoles el periodista mexicano más emblemático de los últimos 50 años. En los setenta convirtió al Excélsior en uno de los mejores diarios del mundo.
México, 07 de enero de 2014.- Por un choque séptico, el periodista mexicano Julio Scherer García falleció la madrugada de este miércoles a los 88 años de edad en la Ciudad de México, tras más de dos años de problemas de salud, confirmó la revista Proceso.
Antes de Scherer, el periodismo mexicano era otro. Fue por él –ya lo dijo el poeta Javier Sicilia– que el oficio de reportero se convirtió en un asunto de investigación, de crítica. Narró los hechos desde la simplicidad del lenguaje y fundó una nueva forma de hacer periodismo en el país.
Nieto del banquero alemán Hugo Scherer –un viejo amigo de la aristocracia porfiriana– Julio nació el 7 de abril de 1926 en la Ciudad de México, en el barrio de San Ángel. Su padre se llamaba Pablo y su madre Paz García.
Desde muy joven, en la década de los 40, abandonó sus estudios en filosofía y derecho para ser mensajero del Excélsior. Llegó al diario sabiendo poco, casi nada; apenas le gustaba la sección deportiva, así lo reveló él mismo en su libro La terca memoria.
Fue reportero por 20 años, época en la que se condujo con gran probidad en tiempos donde la ética era un trasto inútil para el periodista. Sí, Julio caminó entre cunas de lobos. Y sobrevivió. Sobre Carlos Denegri, el reportero corrupto convertido en leyenda e inventor de la columna política en México, dijo: “Carlos no daba miedo, daba asco”.
«Scherer fue una batalla inmensa en tiempos de silencio y represión», asegura Sicilia, quien lo recuerda como un hombre de carácter fuerte, complicado y apasionado por las historias.
EL EXCÉLSIOR DE SCHERER
En 1968, Scherer asume la dirección de Excélsior (permanecería allí hasta 1976). Durante ese periodo, convirtió al periódico en uno de los diez mejores del mundo.
¿Pero qué significaba leer el Excélsior de Scherer? Juan Villoro lo responde con gran tino en un artículo que escribió para la Revista de la Universidad en 2007: «Para mi generación, el Excélsior de Julio Scherer fue la universidad abierta en la que ni siquiera supimos que estábamos inscritos. Durante ocho años una obra maestra llegaba a la casa con el sencillo aspecto de un periódico. Mi padre colaboró durante algunos años en las páginas editoriales, sin reponerse del asombro de que Scherer solicitara la opinión de un filósofo, pero tal vez recordando que Hegel, gran devorador de noticias y transitorio director de un diario, había dicho: ‘La lectura matutina del periódico es una suerte de plegaria realista’”.
El hecho de que en aquel Periódico de la vida nacional escribieran autores como Daniel Cosío Villegas, José de la Colina, Miguel Ángel Granados Chapa, Ricardo Garibay, Carlos Monsiváis, Enrique Maza, José Emilio Pacheco, José Reveles, entre otros, hizo que cada entrega fuera en realidad «una obra maestra con suplementos de alta temperatura intelectual», afirma el ensayista.
Fueron tres las publicaciones culturales que marcaron la época: Revista de Revistas, Plural y Diorama de la cultura, dirigidas por Vicente Leñero, Octavio Paz e Ignacio Solares, respectivamente. Nunca antes un diario mexicano había juntado a tantas plumas de primera línea.
EL FIN DEL IDILIO
George Orwell afirmaba que la libertad consiste, básicamente, en decirle a la gente aquello que no quiere escuchar. Quizás por eso la autonomía del Excélsior tuvo un costo: la censura. El 8 de julio de 1976, la cooperativa del periódico expulsó a Scherer de la dirección. Detrás del golpe estaba el presidente Luis Echeverría, quien se valió del periodista Regino Díaz Redondo para desatar huelgas internas. Vicente Leñero documentaría aquel amargo episodio dos años después en su novela Los periodistas.
Tras su expulsión del diario, Scherer no se quedó de brazos cruzados. Pocos meses después, el 6 de noviembre de 1976, fundó el semanario Proceso, que nació como respuesta al oficialismo mediático que entonces imperaba.
«La entereza de Scherer se comprueba no sólo en su resistencia ante las presiones de los poderosos, sino en el respeto con que ha favorecido a sus subordinados. Como director, prefirió las voces de los otros y les buscó el espacio donde se expresaban mejor. El periodista de hierro entiende la razón como algo que está fuera de él y debe constatar», señala Villoro.
Gabriel García Márquez, por su parte, afirmó: “Toda su carrera la hizo contra la corriente y se ha demostrado que tenía la razón”.
OBRAS DESTACADAS
Cinco décadas de quehacer periodístico lo avalan. Sería complicado tener un registro completo de todas sus crónicas, reportajes, entrevistas y notas informativas.
Sin embargo, Scherer nunca dejó de reportear. Su pluma inquieta lo condujo a entrevistar personajes de la talla de Fidel Castro, el subcomandante Marcos, Augusto Pinochet, Salvador Allende, John F. Kennedy, André Malraux, Ismael El Mayo Zambada…
Esta última entrevista alteró las buenas conciencias. Que si era vocero del crimen, corrupto, traidor a la patria, apologista de la violencia… De todo le dijeron. Pero a Scherer poco le importó el vituperio colectivo: “Si el Diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos», respondió tajante, como su prosa.
Entre sus libros más destacados se encuentran Siqueiros: La piel y la entraña (1965), Los presidentes (1986), Historias de Familia (1990), Estos años (1995), Salinas y su imperio (1997), Cárceles (1998), Parte de guerra (1999, con Carlos Monsiváis), Pinochet, vivir matando (2000), Máxima seguridad (2001), El Indio que mató al Padre Pro (2005), Historias de muerte y corrupción (2011), Calderón de cuerpo entero (2012), Niños en el crimen (2013), Vivir (2013), entre otros.
El que se despidió hoy fue un periodista sencillo en su lenguaje. Villoro lo describe como un hombre de frases cortas, de apotegmas, de oraciones como ganchos al hígado. Esta frase de Scherer quedará, quizás, como una de las más grandes enseñanzas del periodismo mexicano: «Al periodista lo avalan los hechos, sin ellos, está perdido».