Aunque los taiwaneses reconocen la relevancia de Pekín, también la consideran un peligro.
CIUDAD DE MÉXICO, 31 de mayo.- A 70 años de que una banda de fugitivos anticomunistas se aposentara en las islas de Taiwán, Quemoy y Matsui con la idea de regresar alguna vez a China continental, la unificación entre dos países emanados del mismo conflicto parece tan lejana o más que nunca.
Más de la mitad de los 23 millones de habitantes de lo que alguna vez se autodenominó “República de China” bajo el general nacionalista Chiang Kai Shek, se definen ahora como “taiwaneses” en lo que por lo menos constituye un desafío al actual gobierno de Taipéi y la idea de la reunificación con la República Popular de China.
De hecho, de creer a las encuestas y la información que hoy salen de Taiwán, más de 50 por ciento de los taiwaneses está consciente de la importancia de China, pero también cree que es un problema.
Esa formulación tiene un impacto más allá de la isla y de la relación con China. De entrada tiene un impacto en otra relación, con Japón, igualmente importante para los gobiernos de China Popular y de Taiwán.
Aunque una buena relación entre Tokio y Taipéi no es nueva, algunos la destacan como alternativa ante Pekín.
La simpatía entre taiwaneses y japoneses puede dar una sensación de seguridad a los primeros, pero no ayuda a las perspectivas de calma en una región que parece entrar en un periodo de volatilidad.
Por un lado, para Taiwán está la convicción de que China es una potencia económica en expansión, pero también lo que la prensa occidental dice es la creciente postura de que un mayor vínculo económico es tan deseable como inevitable, pero no necesariamente como parte de una incorporación política.
“No estamos en contra de comerciar con China. Nos da miedo que China se apodere de nuestro país”, dijo Yang Shih-wei, un joven banquero, al diario estadunidense The New York Times.
Yang fue uno de los miles de personas que en marzo se manifestaron en contra de un acuerdo comercial con China que consideraron como insuficientemente claro, se apoderaron del edificio del Parlamento taiwanés en el marco de un movimiento que bautizaron como “del girasol” y pusieron en aprietos al presidente Ma Ying-jeoun, que promueve vínculos mayores con China.
La situación se prolongó por al menos dos semanas antes de que el gobierno de Ma ofreciera una concesión “clave”: que un acuerdo comercial negociado con China y concluido en junio de 2013 fuera supervisado de cerca por el congreso.
Pero la cuestión no es tan simple y de hecho tiene el potencial de convertirse en una brutal cuña para las relaciones entre China y Taiwán.
En términos reales, Pekín ha desarrollado una “ofensiva de encanto” hacia Taiwán, que consideran como una provincia china “extraviada” desde fines del siglo XIX, cuando fue cedida al Imperio Japonés, y luego durante la ocupación por los derrotados nacionalistas chinos “Kuomintang” después de la Guerra Civil.
Parte de esa campaña de simpatía es un creciente comercio entre las dos acciones, que, sin embargo, ha llevado a una cada vez mayor desconfianza hacia las intenciones del gobierno chino. Este, además, no mejoró la situación cuando en 2005 aprobó una ley que llama por el uso de la fuerza si es que Taiwán decidiera proclamar formalmente su independencia.
La declaración sería de hecho una formalidad, pero la declaración de Pekín, aunque seguramente explicable y bienvenida en términos de política doméstica, no ayudó a tranquilizar a los taiwaneses.
De hecho, en el cada vez más complicado mosaico geopolítico del llamado lejano oriente, la poderosa presencia de la República Popular China parece empujar a Taiwán hacia una cada vez mejor relación con Japón.
El interés parece mutuo. De acuerdo con la influyente revista The Diplomat, especializada en política asiática, un eventual intento de China por usar la fuerza para establecer su reclamo de soberanía sobre la isla, sería uno de los escenarios que podrían provocar una reacción bélica japonesa.
Intereses de seguridad, economía y aun una buena impresión política del otro contribuyen a que esa relación en concreto sea mejor que la que ambos tienen con el resto de la región, amén de que los identifica una enorme vinculación política y estratégica con Estados Unidos.
Taiwán es el quinto socio comercial de Japón y éste, a su vez, es el segundo mayor para Taiwán. China es una presencia mayor en ambos casos, pero muchos taiwaneses ven a China como una amenaza a su seguridad mientras las tensiones entre China y Japón son constantes, recordó The Diplomat.
El impacto de esa relación puede tener un enorme eco.
Los estrategas japoneses consideran que “la seguridad de Japón se vería seriamente comprometida si Taiwán cayera bajo el control de Pekín”, advirtió The Diplomat, considerada como una de las principales fuentes de análisis de la región.
«Desde la perspectiva de las relaciones de Taiwán con China, la asociación con Japón provee de seguridad adicional mientras extensos contactos pueblo a pueblo hacen de Japón la tal vez más amistosa nación respecto a la factual independencia de Taiwán”, señalaron los analistas Michael Thim y Misato Matsuoka.
Un acuerdo bilateral en abril puso en claro las reglas para que pesqueros taiwaneses puedan trabajar en las aguas de las islas Diaoyutai o Senkaku, en un acuerdo que se consideró como excepcional “especialmente en el contexto de las disputas marítimas en el este y el sudeste de Asia”.
El análisis establece de hecho un contraste entre las relaciones entre Japón y Taiwán respecto a las de Japón y el resto de la región, teñidas frecuentemente de desconfianza por lo que países como China, Corea del Sur y aun Filipinas e Indonesia, consideran como falta de remordimiento de los gobiernos japoneses los crímenes de la Segunda Guerra Mundial.
Más aún, The Diplomat citó estadísticas según las cuales Japón es de lejos el país más popular en Taiwán: 43 por ciento de los taiwaneses considera a Japón como su país favorito, mientras 67 por ciento de los japoneses dijeron sentirse “muy cercanos” a Taiwán.
Shinzo Abe ofrece su ayuda
El primer ministro japonés, Shinzo Abe, anunció que su país dará su máximo apoyo a las naciones del sureste de Asia, varias de las cuales se encuentran en medio de fuertes disputas territoriales con la República Popular de China.
Los reclamos territoriales de China abarcan literalmente todo el sur del llamado Mar de China, a pesar de posturas contrarias de Vietnam, Filipinas, Taiwán, Malasia y Brunei. El diferendo ha llevado incluso a incidentes violentos.
China y Japón sostienen también disputas territoriales sobre las islas Senkaku o Diayou, en el Mar de China.
Abe indicó que los países deben respetar la ley internacional, una frase que en Asia es considerada como un “código” para disfrazar una crítica al gobierno de Pekín.
El gobernante japonés se dirigió al llamado “Diálogo Shangri La” realizado en Singapur para expertos de seguridad en la región Asia-Pacífico en una participación que, de acuerdo con analistas locales, se enmarca en su política de reducir las limitaciones al crecimiento militar de su país.
«Japón tiene la intención de jugar un papel más grande y proactivo que hasta ahora en lograr que la paz en Asia y el mundo sea algo más seguro”, agregó.