Carlos Navarrete acepta que el tratado comercial ha tenido beneficios para México; estuvo mal administrado por el gobierno, señaló Pablo Gómez.
Ciudad de México, Mex., 5 de diciembre de 2016.- Otrora opositores, desde la izquierda mexicana ahora se asumen como defensores del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Carlos Navarrete y Pablo Gómez, fundadores y dirigentes nacionales del PRD, reconocen, uno de manera tajante y otro con matices, los beneficios para México a través de dicho instrumento comercial.
“Pensábamos en aquel tiempo que era lo peor (…) Cuando nos opusimos al TLC en el siglo pasado no calculamos lo que podría significar esto, y hoy, paradojas de la vida, creo que la izquierda tiene que defender la vigencia del TLC”, reconoció Navarrete, quien en 2003 fue secretario general del PRD, partido que incorporó en su plataforma electoral la revisión del instrumento comercial.
Pablo Gómez consideró que el Tratado de Libre Comercio “estuvo mal administrado por el gobierno de México. Ese tratado debió de haber sido aprovechado”.
Gómez consideró que se tuvo que promover, simultá- neamente al TLC, el desarrollo del mercado interno, se debió fortalecer el salario no sólo de los trabajadores del sector exportador, sino también de la mayoría con salario mínimo.
Carlos Navarrete y Pablo Gómez, quienes militaron contra el tratado, ahora, aunque con reservas, reconocen sus beneficios.
Los fundadores del PRD, Carlos Navarrete y Pablo Gómez, quienes también fueron presidentes nacionales de ese partido, opositor natural del Tratado de Libre Comercio que México, Estados Unidos y Canadá tienen desde el 1 de enero de 1994, hoy reconocen, uno totalmente, el otro con matices, que el instrumento comercial ha sido benéfico para México.
Frente al amago de Donald Trump, Presidente electo de Estados Unidos, de renegociar el TLC y hasta sacar a su país del instrumento, Excélsior consultó a estos dos personajes históricos de la izquierda mexicana en su etapa moderna, y en su momento críticos a ese tratado.
Navarrete, que en 2003 era secretario general del PRD, cuando su presidenta Rosario Robles —hoy parte del gabinete del presidente Peña Nieto— incorporó a la plataforma electoral perredista de ese año la revisión del TLC como premisa para romper con el neoliberalismo, no solamente aceptó el beneficio del tratado sino que en la entrevista fue más allá:
“La izquierda tiene que defender la vigencia del TLC”, dijo.
Como coordinador de los senadores del PRD, en el 2008, Carlos Navarrete buscó hacer fuerza con el PRI para obligar al gobierno de Felipe Calderón a reabrir la discusión del capítulo agropecuario del TLC, y también del transportes transfronterizo.
“El Senado participó en la negociación del TLC en 1994 y tiene obligación de retomar nuevamente el tema; para ello tenemos un grupo de trabajo integrado en el Senado, que está evaluando las consecuencias de la apertura comercial en materia agropecuaria, con las conclusiones de ese grupo de trabajo podemos retomar el tema y reabrir la discusión”, dijo Navarrete en conferencia de prensa el 8 de enero de hace ocho años.
Ahora, el perredista reconoció:
“Yo milité junto con mi partido en contra de la aprobación del TLC; los legisladores del PRD votaron en contra del tratado, pensábamos en aquel tiempo que era lo peor que le podía suceder al país, que iba a aumentar nuestra dependencia y que no iba a ayudar en gran cosa. Hoy, debo reconocer que después de estos 22 años de tratado, ha sido mucho más benéfico que perjudicial”.
Para ejemplificar que su apreciación de hace años no fue la correcta, el exsenador de la República y presidente de ese órgano entre 2009 y 2010, expresó:
“Sólo hay que recorrer de mañana, tarde o noche la autopista México-Querétaro para darse cuenta cuántos miles de tráileres de doble y sencillo remolque recorren esa autopista las 24 horas del día.
“Veintiún mil vehículos que atraviesan la frontera de ida y venida con el comercio, y claro que veo en Querétaro, Michoacán, Guanajuato, San Luis Potosí y Jalisco toda la agricultura bajo techo que tenemos con riego por goteo, con alta productividad, y sé cuántos miles de camiones salen diariamente con productos y, por tanto, sé el empleo que generan y el ingreso fiscal y todas las ventajas que hay en esa materia.
“No calculamos cuando nos opusimos el siglo pasado al TLC lo que podría significar esto y, hoy, paradojas de la vida, creo que la izquierda tiene que defender la vigencia del TLC”.
Navarrete aceptó que la gente que se ha beneficiado con el tratado es la gente por la que el PRD históricamente ha luchado, obreros, jornaleros, campesinos.
“La izquierda quiere que haya empleo, ingreso, distribución y producción, que haya una mejoría en la calidad de vida de las familias, y, eso, el TLC lo facilitó en varias zonas del país, y eso es lo que está en riego ahora”, señaló.
Pros y contras
Pablo Gómez, que en 2003, cuando operó en la plataforma electoral del PRD la revisión del TLC como premisa para romper con el neoliberalismo, fungió como coordinador del grupo parlamentario perredista en la LIX Legislatura de la Cámara de Diputados, se mostró más escéptico de los beneficios que el TLC ha dejado para México.
– ¿Parece paradójico que un hombre de derecha como Donald Trump vaya a hacer posible lo que el PRD se pasó años pidiendo, la renegociación del TLC, al que el PRD siempre se opuso?
— Nosotros no nos opusimos al TLC, nos opusimos a la redacción, que es otra cosa. Nos parecía que en ese tratado hacían falta capítulos como el migratorio, el compensatorio, el del equilibrio financiero. Los más importantes, de lo que ni siquiera se habló. Era eso en lo que nosotros teníamos interés, pero ninguno de los dos gobiernos se tomó la molestia de responderlo.
— ¿A la luz de 22 años de Tratado de Libre Comercio, fue positivo o no para México?
— Ese tratado estuvo mal administrado por el gobierno de México, ese tratado debió de haber sido aprovechado, aun así como estaba, para tratar, no sólo de fomentar las exportaciones y beneficiar a una parte pequeña del país; se ha beneficiado una minoría del país, tanto a nivel de empresarios como de trabajadores, a una ínfima minoría. Debió haberse promovido simultáneamente a ese tratado el desarrollo del mercado interno, fortalecido el salario no sólo de los trabajadores del sector exportador, sino de la inmensa mayoría, que tiene 70 pesos diarios de salario.
En 1991, cuando México llevaba un año de negociaciones con Estados Unidos y Canadá para incorporarse al TLC, Pablo Gómez, entonces diputado federal, dijo tras una reunión de los diputados integrantes de las comisiones de Hacienda, Fomento Industrial y Abasto; y Comercio Interior, con el secretario del rubro, Jaime Serra Puche, que no había definiciones del gobierno sobre el tratado.
“No escuchamos definiciones gubernamentales esenciales en ningún tema de auténtica importancia en las próximas negociaciones para el Tratado de Libre comercio, con excepción del tema: desgravación arancelaria, que a nuestro juicio es el de menos problemas para México, pero no el más importante, desde su perspectiva local. Propiedad intelectual, agricultura, servicios, entre otros, no fueron analizados por el secretario Serra Puche en el nivel que nosotros esperábamos, aseguró el diputado del PRD, Pablo Gómez”, informa la nota publicada en Excélsior el 8 de marzo de 1991.
Gómez, quien fue uno de los líderes del Movimiento Estudiantil de 1968, explicó: “el mercado interno del país fue francamente despreciado, tanto por el gobierno como los grandes empresarios que controlan las exportaciones e importaciones. El gran nivel de exportación de México se debe a una deficiencia en la producción nacional, porque no la tiene, no la atienden a pesar de que tenemos fuerza de trabajo barata, es barata para vender al extranjero y eso está mal, vendemos barato para los extranjeros pero caro para los mexicanos, esa es la bronca”.
Pablo Gómez, quien formó parte de la bancada del PRD en el Senado que, en 2008, se manifestó contra el capítulo agropecuario del TLC, opinó que, en más de 20 años, el tratado “ha sido un desastre, la responsabilidad la tiene los priistas y los panistas, que no le cambiaron nada a la política económica y la robadera; dejaron todo igualito, es una vergüenza”. (Excélsior)