El año pasado se presentaron ante el Ministerio Público 557 denuncias sobre delitos sexuales contra niños, niñas y adolescentes. En este 2014 van 191casos denunciados
Mérida, Yucatán, 04 de julio de 2014.- En Yucatán, el grave fenómeno del abuso sexual y violaciones a niños, niñas y adolescentes es un lacerante que en muchas ocasiones se esconde, se silencia, y en la mayoría de los casos no se denuncia.
Expertos en terapia familiar coinciden no sólo en la necesidad de brindar terapia a las víctimas para evitar afectaciones aún más severas en su vida, sino también rehabilitar a los abusadores para prevenir futuros delitos sexuales en contra de otros menores de edad.
Tan sólo el año pasado, según datos oficiales de la Fiscalía General del Estado (FGE), se presentaron ante los Ministerios Públicos 557 denuncias sobre delitos sexuales a niños y adolescentes. De éstos, 205 fueron violaciones, 304 abusos sexuales, 41 casos de estupro, y el resto hostigamientos sexuales.
En este 2014, las cifras en relación a estos delitos van a la baja en comparación al año pasado, pues hasta el mes de junio se habían denunciado 191, de los cuales, 69 se trataron de violaciones y 101 fueron abusos sexuales a menores de edad.
Sobre este problema, el presidente de la asociación “Hogares Maná” y terapeuta clínico familiar, Víctor Chan Martín, señaló que no se trata de un fenómeno exclusivo de Yucatán, más bien es el mismo en todos los estados, sólo cambian ciertas características producto de la misma idiosincrasia de las distintas localidades del país.
“No hay una razón única por la que ocurran los abusos sexuales a menores, en mi experiencia al atender a víctimas he encontrado incluso factores culturales, pues en algunas comunidades del estado se cree que el padre es el que debe iniciar sexualmente a sus hijas”, ejemplificó.
Pero, según informó el terapeuta, otra de las causas que propician este problema son los medios de comunicación, sobre todo el Internet, donde –mayoritariamente los varones- acceden a contenidos como información, imágenes, y vídeos erotizantes, y al no tener la contención necesaria “descargan su erotización en la población vulnerable, es decir, en mujeres, niños y niñas, adolescentes, y personas con discapacidad”.
“Los agresores sexuales no tienen esas contenciones que dan los valores, la familia, la preparación profesional quizás, y al carecer de éstas, se van a erotizar al tener cualquier roce, al sentir un olor o con lo que miran”, agregó.
Chan Martín lamentó que son los niños y niñas el sector de la población “más usada” por los varones agresores sexuales, y que en la gran mayoría de los casos de abuso y violación, éstos son cometidos por personas cercanas o conocidos de la víctima, por lo general, parientes.
Hay que rehabilitar a la familia
Para el terapeuta Víctor Chan, en los casos de delitos sexuales a menores de edad, no hay que atender exclusivamente a la víctima, sino se tiene que buscar rehabilitar a toda la familia, “porque no podemos hablar de un niño abusado, sino de una familia abusada”.
“Cuando un menor de edad ha sido violado, se trastorna toda la vida familiar, hay enojos, culpas, reclamos; el niño puede ir a rehabilitación, pero al regresar a casa se encuentra con la misma dinámica que se pretende evitar, el odio, regaños, reclamos; por eso no se trata de sanar a través de la terapia a la víctima, sino a todos los miembros de la familia”, agregó.
Incluso, cuando se comparten testimonios en las terapias se descubren que otros niños de la familia han sido abusados sexualmente por el mismo agresor, “pues en muchos de los casos no abusa a solo uno, sino de muchos más”.
La situación se agrava más cuando los niños y niñas no dicen que fueron violentados por un familiar, hay mucha “fidelidad” cuando ocurre el abuso, pues los menores entran a un proceso difícil y se preguntan cómo voy acusar al abuelo, al hermano o al tío, sobre todo porque son consideradas personas que para ellos siempre han representado amor.
“Las víctimas sienten miedo porque están amenazadas, el silencio es inmediato, y hay confusión, no pueden entender cómo es que su tío, quien supuestamente lo ama, está lastimándolo, entonces pueden pensar que no es malo lo que está ocurriendo, no lo pueden explicar”, indicó Chan Martín.
Además, recalcó, este fenómeno no únicamente está presente en las familias que viven en pobreza, pues no se trata de estratos sociales, ya que también se dan casos dentro de las clases con alto nivel adquisitivo.
“Los abusos sexuales no solo ocurren entre “gente ignorante o sin educación”, lo único que cambia es que una familia de escasos recursos no tienen bardas que silencien lo que pasa en el interior de la casa, es algo visible y en toda la comunidad se habla y se sabe; en cambio, en las casas de las familias de altos recursos, hay bardas que ocultan lo que está pasando, y hay el dinero necesario para mandar a la víctima a estudiar a otro lado, se “diluye” el problema”, resaltó.
Penas severas
La directora de Atención a Víctimas de la FGE, Rosa María Uribe Díaz, informó que las estadísticas señalan que hay más denuncias de casos de abuso sexual a menores de edad que violaciones, pero que todos los niños y niñas que han sufrido estos delitos reciben apoyo multidisciplinario –tanto legal como psicológico- por parte de dicha instancia.
La diferencia entre ambos delitos radica en que para que sea considerado violación, tiene que existir copula -anal o vaginal- de miembro viril o de cualquier tipo de objeto, mientras que el abuso sexual consiste en tocamientos lascivos y ofensivos hacia el menor.
Sin embargo, las sanciones son muy diferentes, pues mientras un violador puede alcanzar una pena de cárcel de 8 a 25 años, quien comete abuso sexual alcanzaría entre 6 meses a 4 años de prisión.
“Cuando se trata de violación equiparada a menores de edad, todos queremos que sean penalidades muy altas, pero considero que los castigos que se aplican en Yucatán no son mínimos, y si todavía hay agravantes, como por ejemplo, que haya sido el padre quien violó a su hijo, o el maestro al alumno, los años de prisión pueden elevarse más”, señaló Uribe Díaz.
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