No existía una versión íntegra al castellano actual de la obra cumbre de Miguel de Cervantes.
Madrid. 02 de junio de 2015.- Sobre Don Quijote de la Mancha se han escrito ríos de tinta, y el año en que se celebran los cuatro siglos de su segunda parte no iba a ser menos. Pero hasta ahora, pese a las numerosas ediciones, adaptaciones infantiles y guías para desentrañar sus a menudo esquivas palabras, no existía una versión íntegra al castellano actual de la obra cumbre de Miguel de Cervantes.
Quizá ese halo de intocable que le otorga el ser considerada la primera novela moderna hacía aún más difícil la ya de por sí «quijotesca» tarea. Pero al escritor español y experto en Cervantes Andrés Trapiello le pudo más la «cuestión de instrucción pública» que la literaria. Y es que según afirmó hoy durante la presentación de su Don Quijotecontemporáneo, se trata probablemente del texto «que más fracasos de lectura ha cosechado en nuestra lengua».
«En la versión de Trapiello la obra de Cervantes se ha rejuvenecido y actualizado (…) sin dejar de ser ella misma, poniéndose al alcance de muchos lectores a los que el esfuerzo de consultar las eruditas notas a pie de página o los vocabularios antiguos disuadían de leer la novela de principio a fin», escribe en el prólogo el Nobel peruano Mario Vargas Llosa. Puede que ahora, al disfrutar de ella, se sientan incitados a enfrentarse «con mejores armas intelectuales» al texto original.
Precisamente eso es lo que pretende el autor de Los amigos del crimen perfecto. No en vano, su versión del Quijote está dedicada a la memoria de las Misiones Pedagógicas de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), que durante la Segunda República (1931-1936) se dedicaron a difundir la cultura por los pueblos de la España profunda. De ahí también el lugar elegido para la presentación: la famosa Residencia de Estudiantes de Madrid, perteneciente a la ILE y donde trabaron amistad Lorca, Buñuel y Dalí.
Fue escribiendo su novela Al morir don Quijote (2004), en la que ya versionó al castellano actual algunos pasajes del texto de Cervantes, cuando Trapiello se dio cuenta de que esta obra intocable se podía traducir sin perder su esencia y, además, era necesario hacerlo. «Hubo muchos lectores que tras leer mi libro fueron al ‘Quijote’ y no pudieron con él», recuerda. Aquello le animó a sumergirse en las aventuras del ingenioso hidalgo «un rato casi todas las tardes», durante 14 años.
En ese tiempo sólo su mujer conocía su osado atrevimiento. «Mi editor se enteró hace seis meses», comentó con una sonrisa pícara el ganador del Premio Nacional de la Crítica y el Premio Nadal. Pues como luego ocurrió cuando se anunció el libro, que hoy llega a las librerías españolas (Destino) y en los próximos meses aterrizará en todos los países hispanohablantes, fueron muchos quienes pusieron el grito en el cielo.
Trapiello no se achanta. En la edición de Francisco Rico, que es la que utilizó como base para su traducción, hay 5 mil 552 notas a pie de página. «Y no se trata de torturar a los lectores», afirmó, «es que sin ellas, no se entiende: la mayor dificultad del ‘Quijote’ es que parece que se entiende todo, y no». Los hipérbatos, tiempos verbales -especialmente el subjuntivo- y léxico arcaicos hacían que muchos lectores toparan con auténticos molinos de viento que los obligaban a descabalgar.
Así, los quijotescos refranes como «pedir cotufas en el golfo» se convierten en «pedir peras al olmo», pero Trapiello mantiene los «fechos y fazañas» del caballero de la Triste Figura a fin de conservar los rasgos trasnochados del personaje. Y, por supuesto, tampoco cambia la primera frase de la novela: en la célebre «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme» lugar significa «pueblo o aldea», pero el autor lo mantiene porque la considera el «Partenón del castellano».
Además, recuerda que el sino del Quijote es haber sido desde el principio un libro traducido, pues el propio Cervantes «cedió» su autoría al autor árabe Cide Hamete y pidió que lo trasladaran al «vulgar castellano». Esa lengua del vulgo, del pueblo, es la que Trapiello actualiza para que el clásico deje de ser un libro más estudiado que leído. Y recuerda que el viaje que empieza en esta versión es uno «de paso hacia el importante», hacia la madre de todas las novelas.