Kuczynski pide vigilar para que no les «roben los votos». Keiko: «Vamos rumbo a la victoria»
Lima, 6 de junio de 2016.- Los primeros datos del recuento en Perú confirman lo que apuntaban las encuestas a pie de urna: una derrota inesperada y por la mínima de la derechista Keiko Fujimoriy una victoria del liberal Pedro Pablo Kuczynski (PPK). A pesar de que quedan muchas horas para saber el resultado definitivo, los datos empiezan a apuntar que los Fujimori han repetido su fracaso de 2011, cuando se quedaron sin la victoria en la recta final frente a Ollanta Humala. De nuevo la ola de antifujimorismo del final de la campaña, en este caso con un respaldo de última hora de la izquierda al liberal Kuczynski para frenar a Fujimori, parecen haber tenido un efecto sorprendente. Con el 89,5% del escrutinio oficial, el exministro de Economía de Alejandro Toledo lograba un 50,5% frente al 49,4% de la hija del autócrata que gobernó Perú entre 1990 y 2000.
Todos los datos parciales, a la espera del definitivo, apuntaban en el mismo sentido: victoria por la mínima. Según los primeros recuentos de mesas elegidas que siguen las encuestadoras, el llamado conteo rápido, PPK ganó por 50,5% frente a 49,5% (datos de Ipsos) o 50,9% frente a 49,1% (datos de GFK). Sin embargo, los fujimoristas no reconocían la derrota y preferían esperar a los datos definitivos. Una diferencia tan escasa y el habitual voto oculto a Fujimori movían a la cautela a todos los expertos y auguran una larga noche de tenso recuento en el que puede ser clave el trabajo de los personeros (fiscales o interventores), y ahí la red del fujimorismo es mucho más potente en todo el país.
En un ambiente de gran tensión con diferencias muy escasas y cierto miedo al fraude, Kuczynski compareció ante sus fieles con una expresión de inquietud muy contenida. «No hemos ganado todavía, para eso hay que esperar los resultados oficiales. Tenemos que ser vigilantes para que no nos roben los votos en la mesa. Pero estoy seguro que la ONPE [la organización electoral] saldrá mañana en la noche con su veredicto a favor de la democracia. Tendremos un país democrático. Por eso tomamos estos veredictos oficiales con optimismo pero con modestia. Nosotros aborrecemos la dictadura y amamos el diálogo», aseguró el candidato. Y a partir de ahí llamó al diálogo, imprescindible porque está en minoría en el Congreso. «Somos conciliadores, a pesar de los que nos dicen vamos a poder gobernar el Perú hacia un horizonte brillante y mejor. Vamos a conversar con todos. No más pullas ni enfrentamientos».
La tensión creciente de la noche quedó aún más clara cuando poco después habló Keiko Fujimori y, lejos de reconocer la derrota, se dio por ganadora y confió en que se confirmara su victoria cuando empezaran a llegar los votos del interior. «Nos llena de orgullo saber que contamos con el 50% de respaldo de la población», aseguró. «Es un voto ajustado, pero vemos la vitalidad de la democracia de nuestro país. Las cifras que vemos en la televisión nos muestran un empate técnico. Vamos a esperar con prudencia, toda la noche llegarán los votos de las regiones y el voto rural del Perú profundo. Por eso estamos optimistas. Hoy hemos dicho no queremos odio, queremos unidad y reconciliación. Estamos contentos rumbo a la victoria», clamó.
Antes de que llegaran esos datos de recuento, dos encuestas a pie de urna apuntaban en la misma línea, a una victoria por la mínima para PPK (50,4% por 49,6%, según Ipsos, 51,2% por 48,8%, según GFK) mientras otra, de CPI, apuntaba al éxito de Keiko con un 51,1% frente a 48,9% de PPK. El tradicional voto fujimorista oculto hacía desconfiar a todos, aunque el recuento de las primeras mesas ya no es un sondeo sino datos reales.
Fujimori centró su campaña en la inseguridad buscando el voto de los pobres y hace solo una semana parecía imparable camino de la victoria, con 5 o 7 puntos de ventaja sobre PPK. Pero el candidato dio un giro radical a su campaña, endureció sus ataques, y sobre todo se subió en la ola de antifujimorismo alentada por la izquierda y por los escándalos que afectaron al partido de Keiko, cuando su secretario general tuvo que dejar el primer plano por una investigación de la agencia antidrogas de EE UU, la DEA.
Fujimori parece ver como se le esfuma una victoria que tenía hecha sobre todo con el voto de los pobres, que apostaban por ella empujados por la desesperación de la inseguridad y la sensación de desprotección. En el centro de votación del colegio Leoncio Prado, en el barrio de Pamplona alta, muy cerca de una barriada de chabolas donde Keiko arrasa, esa realidad salta a la vista. Los vecinos han cerrado sus propias calles con enormes verjas, para protegerse de los ladrones. Cada habitante de esas casas bajas, explica Maribel, que tiene un puesto de comida, tiene llaves de la valla. Los coches no pueden circular en ningún momento y por la noche se cierra por completo incluso el paso a las personas. “Como la municipalidad no nos cuida lo hacemos nosotros, es por los pandilleros”, cuenta.
En Lima casi todas las casas de los barrios de clase media tienen vallas electrificadas y en todos los cafés y restaurantes hay correas bajo la mesa para enganchar el bolso y evitar robos. La inseguridad es un asunto central, sobre todo para los más pobres, que la sufren más. (El País)