En Dallas, marcada por la violencia política desde el asesinato de Kennedy, pocos creen en un mayor control al acceso de las armas
Dallas 09 de julio de 2016.- Cuando Jeremy Williams fue a comprar su primer revolver, el dueño de la tienda le puso una condición: “Tenía que asegurarle que estaba dispuesto a matar. Porque si cuando llega el momento de usar un arma te asustas y no lo haces, tu enemigo lo hará primero y te matará a ti”, recordaba el viernes este pastor baptista negro de 38 años sentado en un parque del centro de Dallas, a un par de cuadras de donde la noche anterior murieron acribillados cinco policías.
Williams tardó un par de años, pero ya está convencido de que si un ladrón entra en su casa y tiene que defender a su familia, no se le arrugará la mano. Hoy tiene una colección de nueve armas cortas en un mueble del salón. “No creo este sea el problema fundamental, el problema es el odio”.
El motivo de la manifestación del jueves, que derivó en una lluvia incontrolada de tiros contra los uniformados que acompañaban la marcha, era precisamente protestar contra los abusos y la violencia policial. La tensión volvió a crecer esta semana con la muerte de otros dos hombres negros a manos de policías blancos en circunstancias polémicas. Alton Sterling ya había sido reducido, estaba tumbado en el suelo y con la rodilla de uno de los agentes sobre su hombro cuando le dispararon. Philando Castile murió desangrado en su coche con el cinturón de seguridad puesto y entre los gritos de auxilio de su novia. (El País)