Ambos concuerdan en que a México ha dejado de importarle el torneo sudamericano.
CIUDAD DE MÉXICO, 9 de junio de 2015.– La Copa América sirve a México para experimentar. Lejos ha quedado el tiempo en que se ilusionaba con ganarla. “Ahora vamos por no dejar, pero no llevamos ninguna intención de traer esa copa a México”, relata Emilio Maurer, que fuera vicepresidente de la Federación Mexicana de Futbol de 1990 a 1993 y que consiguiera la apertura a los torneos en Sudamérica.
La Copa América salvó al futbol mexicano. Emparedada entre la mediocridad y la tristeza, la selección no vendía ni competía. El castigo de los cachirules que provocó la ausencia del Mundial de Italia 1990 creaba un futuro desolador. Viviendo en el regionalismo, el Tricolor no tenía existencia hasta que se jugó la Copa América en Ecuador 1993 y se obtuvo un subcampeonato.
Bora Milutinovic, quien fuera entrenador de México en dos etapas (1983 -1986 y 1993-1997) confirma que la selección mexicana debería dar más importancia a los torneos continentales como la Copa América. Él, en su momento, decidió asistir con jugadores alternos a Bolivia 1997, pero consiguió un destacado tercer sitio.
Es un torneo bellísimo, que encierra mucha historia y dedicación, no es cualquier cosa. México tendría que darle más importancia a esta competencia, porque enfrentar a estas selecciones de gran nivel da mucho roce y mejora la categoría”, afirma desde Qatar.
Esa generación del 93 es la que de los últimos tiempos los aficionados recitan de memoria en las fiestas o bares: Campos, Potro Gutiérrez, Claudio Suárez, Ramírez Perales, Ramón Ramírez, García Aspe, Nacho Ambriz, Benjamín Galindo, David Patiño, Hugo y Zague. Tampoco olvidan el penal contra Argentina en la final o la lluviosa noche en Ecuador para eliminar al anfitrión.
Se le falta el respeto a la Conmebol y van a terminar por hartarse. México les da dinero, pero no asiste con responsabilidad ni ganas de ganar, ya no es competitivo como antes. Los de Conmebol nos invitan de frac y la selección va en traje de baño y esto se debe a que los directivos no han tenido ganas en hacer los movimientos para que los clubes presten a los jugadores importantes como lo hacen en la Copa Oro”, afirma Maurer. La Concacaf permitió a México jugar un torneo de otra confederación con la regla impuesta de que a los jugadores estelares los ocupara en su competencia, la Copa Oro, y la que, por jugarse en Estados Unidos, reditúa mayores ganancias económicas para el Tricolor.
Lo que tiene la Copa América no lo tiene la Copa Oro. Las dos son buenas competencias y a ambas debiera prestársele la misma importancia, pero la Copa América es una vitrina para el jugador mexicano porque ahí enfrentará a los mejores jugadores. Cuando hicimos el equipo de 1997 se fue Luis Hernández a Boca Juniors, de otra forma no hubiera salido al extranjero. Ahí te ven todos”, enfatiza Bora.
Maurer, junto a Francisco Ibarra, negoció para que México fuera a la Copa América. A partir de entonces han pasado 189 jugadores en ocho ediciones con el Tricolor.
Nos abrieron la puerta gracias a César Luis Menotti, que era nuestro técnico en 1992, no por nosotros ni por el nivel del Tri, sino por Menotti, que era un rey en Sudamérica. Hay un antes y un después de él”, señala Maurer.
La inolvidable generación del 93; habla Ramón Ramírez
No es tan enfático Ramón Ramírez al hablar de la selección mexicana de 1993, aquella que se convirtió en el molde de las generaciones posteriores y en la que él era parte preponderante. Por el contrario, le da nostalgia el recuerdo.
Nos fuimos a Ecuador sin que nadie apostara por nosotros, regresamos y hasta desfile hubo. Antes de partir hubo problemas por contratos y un seguro de vida que se buscaba que tuviéramos, es que el mexicano no estaba acostumbrado a viajar antes pero eso nos fortaleció como equipo, nos hizo unidos fuera de la cancha porque un gran grupo ya lo éramos, fuímos una familia”, señala.
Nunca fue un lateral contenido Ramón Ramírez, a pesar de que muchos querían verlo en una posición más ofensiva, su principal labor era la de defender en el equipo de Miguel Mejía Barón.
Antes de viajar, en un entrenamiento se lesionó un lateral y yo estaba en medio campo. Miguel me dijo que si me ocupaba en defensa y contesté que sí. Nunca me sentí atascado por el esquema, al contrario, en un despunte me lancé al ataque por la banda izquierda e hice uno de los goles más emotivos de mi vida, el segundo ante Ecuador para pasar a la final”, recuerda Ramírez.
México avanzó en ese certamen de 1993 fortalecida por las adversidades sobrepasadas y la calidad de sus futbolistas por encima de todo.
Jugábamos a ojos cerrados, lo llegamos a hacer muy bien y nos liberamos. Perdimos la final pero ganamos respeto, prestigio y sobre todo, abrimos la puerta al futuro, entendimos que podíamos competir contra ellos, ser fuertes, eso nunca lo olvidaremos”.
A Ramón Ramírez lo tumbó Gabriel Batistuta en la final con un empellón: “Se ve muy feo cómo me hizo, pero se trataba de jugar contra los mejores y lo hicimos”.