El acuerdo le pone fin a una guerra de más de 50 años.
Bogotá, Colombia, 13 de noviembre de 2016.– El Gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC han alcanzado este sábado un nuevo acuerdo de paz para poner fin a una guerra de más de 50 años.
Poco más de un mes después de que los colombianos rechazasen en el plebiscito del 2 de octubre el pacto suscrito por el presidente, Juan Manuel Santos, y el líder de las FARC, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, ambas partes han firmado un nuevo texto, que aún no es público y del que se desconoce el mecanismo por el que será refrendado. El pacto, aseguraron el Gobierno y las FARC, incorpora buena parte de los reclamos de los partidarios del ‘no’ en la consulta.
El principal abanderado del ‘no’, el expresidente Álvaro Uribe, pidió a Santos que el nuevo texto no tenga alcance definitivo y sea puesto en conocimiento de todos los voceros del ‘no’ y de las víctimas.
El propósito, aseguró Uribe después de reunirse de urgencia con Santos antes de que se hiciese público el acuerdo, es que cualquier observación o solicitud de modificación sea llevada a una nueva reunión con el equipo negociador del Gobierno.
En una alocución al país, el presidente insistió en que de las 57 observaciones que habían hecho los partidarios del ‘no’, solo en una -la participación en política de las FARC- no se logró avanzar. «Este acuerdo, renovado, ajustado, precisado y aclarado debe unirnos, no dividirnos», recalcó Santos.
«Dije que el acuerdo del 26 de septiembre era el mejor acuerdo posible. Pero hoy, con humildad, reconozco que este acuerdo es mejor en cuanto que resuelve muchas críticas», aseguró previamente el jefe negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, tras firmar el nuevo acuerdo. De la Calle confió en que «la base de apoyo que lo recoja lo haga más sólido», dijo.
Los negociadores del Gobierno y las FARC llevaban desde el pasado 4 de noviembre en La Habana tratando de cerrar el nuevo acuerdo, en una suerte de cónclave similar al que se celebró en agosto y en el que se fraguó el primer texto, firmado el 26 de septiembre en Cartagena por Santos y Timochenko.
La orden para el equipo que dirige Humberto de la Calle era clara: no volverían a Colombia hasta tener un nuevo acuerdo. El Gobierno llevó a la capital cubana todas las consideraciones que habían hecho los representantes del ‘no’, cerca de 400 propuestas agrupadas en 60 bloques, para considerarlas con los dirigentes de la guerrilla. Una vez más, los asuntos relacionados con la justicia y la participación en política de las FARC fueron los más delicados.
Fuentes de lado y lado al tanto del nuevo texto aseguran que el modelo de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), grosso modo, se mantiene, por lo que los guerrilleros evitarán ir a la cárcel y seguirán pudiendo optar a participar en política. El nuevo acuerdo, según el comunicado conjunto conocido este sábado, precisa las reglas y las áreas de restricciónde libertad para los condenados. Además, las FARC se comprometen a entregar un listado de sus bienes de antemano.
La principales modificaciones al acuerdo suscrito en septiembre se han centrado, según conocedores del nuevo texto, en garantizar que la propiedad privada no correrá peligro, una de las exigencias de los partidarios del ‘no’ o en tranquilizar a los sectores ultraconservadores del país, mediante una nueva redacción de los contenidos relacionados con el punto sobre el enfoque de género.
El voto evangélico fue definitivo para la victoria del ‘no’ el 2 de octubre. El líder de las iglesias protestantes estima que al menos dos millones de fieles votaron en contra de los acuerdos, que, a su juicio, privilegiaban a la comunidad LGTBI.
Después del mazazo que supuso el resultado en el plebiscito, que asomó a Colombia a un precipicio de inciertas consecuencias, el Gobierno y las FARC insistieron en la necesidad de lograr otro nuevo acuerdo lo más rápido posible. El principal temor era el limbo en el que se quedaban los cerca de 7.000 guerrilleros –y otros tantos milicianos- que frenaron su traslado a las zonas donde se iban a concentrar e iniciar el desarme. La urgencia del Gobierno y las FARC contrastaba con la paciencia que reclamaban los vencedores en el plebiscito. Los partidarios del ‘no’, encabezados por Uribe, insistían en que el nuevo texto requería de un debate sosegado. Quienes apostaron por el ‘sí’ consideran que la intención de Uribe era retrasar el debate para acercarlo lo más posible al inicio de la carrera electoral. Colombia elegirá al sucesor de Santos en 2018.
El Gobierno de Santos –que recibió el Nobel de la Paz unos días después de salir derrotado en el plebiscito- ha tratado de trasladar el mensaje de que el nuevo acuerdo es más completo después de haber recogido las observaciones de los partidarios del ‘no’, algo que no hicieron durante los cuatro años de conversaciones iniciales. Además, se ha tratado de hacer ver que las marchas y movilizaciones solicitando un nuevo acuerdo han sido esenciales para avanzar el nuevo texto.
Desde que se conoció que este fin de semana se haría un importante anuncio desde La Habana, por redes sociales se convocó a una movilización hacia la Plaza de Bolívar, en el centro de Bogotá. Con la etiqueta #HayAcuerdoHayPaz, en Twitter se habló toda la tarde del tema. Desde varios rincones del país, sobre todo los que han sido marcados por la violencia, apoyaron que, tras varias semanas de incertidumbre, aparecía una nueva posibilidad de consolidar la paz. (El País)