Otros, quienes no corren la mejor suerte, no logran sobrevivir a la búsqueda contrarreloj para salvar sus vidas
Ciudad de México, 31 de enero del 2021.- Hasta tres días peregrinan de hospital en hospital algunos enfermos graves de COVID-19 en la Zona Metropolitana del Valle de México para conseguir un lugar para ser internados y, cuando lo logran, llegan a esperar cinco para ser ingresados.
Otros, quienes no corren la mejor suerte, no logran sobrevivir a la búsqueda contrarreloj para salvar sus vidas.
Arturo Ramírez, por ejemplo, contrajo COVID y, al agravarse sus síntomas, buscó un lugar para ser atendido en alguno de los hospitales públicos, pero no tuvo éxito.
Hospitales IMSS
Había logrado pasar los primeros siete días de su contagio sólo con dolores de cabeza y fiebre, pero su saturación de oxígeno cayó a 85 por ciento y su fiebre llegó a los 38 grados, en consecuencia, su médico le recomendó buscar dónde internarse.
Buscó en hospitales del IMSS, pero no tuvo suerte. Tras lo que decidió regresar a su casa y pasó los siguientes dos días llamando al 911 sin que pudieran decirle a qué clínica acudir para ser atendido.
A medida que su situación empeoró, un familiar encontró una clínica particular donde fue atendido: salvó la vida, pero adquirió una deuda de 250 mil pesos que ahora se le dificulta pagar.
La historia de Rosa María —cuyos familiares prefirieron omitir sus apellidos—, fue similar: tras varios días con COVID, sus síntomas se agravaron y tuvo problemas, primero, para encontrar un tanque de oxígeno o un concentrador.
Fue hasta que una amistad les prestó uno, pero fue insuficiente y su familia —preocupada por su hipertensión y diabetes— optaron por internarla.
Traslados inciertos
Llamaron a varias ambulancias, pero no encontraron quien accediera a trasladarla, pues desconocía a qué hospital podría acudir.
Sus familiares buscaron en la Ciudad de México, pero no encontraron, hasta que fueron remitidos al Hospital General de Tláhuac, donde tuvo que esperar varias horas, hasta que ingresó, en la madrugada del 13 de enero.
Fue la última vez que su familia la vio con vida, pues falleció cuatro días después.
Antonio vivió 12 horas de angustia para encontrar un lugar donde internar a su padre, Mauricio —un adulto mayor de 74 años—, a quien, ante la caída en su saturación de oxígeno, le fue ordenado que se internara.
Antonio intentó en un hospital del IMSS, en el Hospital General y hasta en el Central Militar, pero en todos recibió negativas. Regresó a su casa donde su padre finalmente falleció.
Por Almaquio García / El Heraldo de México