El público mexicano, que llenó anoche el Palacio de los Deportes, se rindió ante la presencia de Morrissey, quien los cautivó con sus éxitos
CIUDAD DE MÉXICO.
Morrissey merece más que un monumento, más que la horrorosa corona de la innecesaria monarquía que tanto aborrece y la posibilidad de ser un Caballero de la Orden.
Su lugar está en la historia, en el único lugar que puede ocupar un hombre cuyo narcisismo lleva a una editorial a colocarlo en el estante de los clásicos sólo por ser él y con la elegancia de entrar una noche de viernes al escenario del Palacio de los Deportes luego de pasar 30 minutos de sus canciones favoritas como No Future de los Sex Pistols, una raíz punk rocker que extendió con el paso fugaz de su banda The Nosebleeds.
Inglés hasta el corazón, junto a sus músicos y su extravagante traje plateado, se rindió a los pies de sus fanáticos mexicanos que tanto lo esperaron. Luego de cancelar por razones de salud, financieras y de cualquier otro tipo.
Moz, ese sobrenombre que con tanto afecto lo identifica gracias a Johnny Marr, su excompañero en The Smiths, abrió con Suedehead, ese sencillo que hasta hoy sigue siendo la cumbre de su carrera en solitario que arrancó en 1988 junto a un video donde se rinde a los pies de James Dean, uno de los artistas a los que se tiene que agradecer la belleza del británico.
¡Familia!”, gritó sencillamente con su inconfundible acento inglés que ocasionó tal zalamería en 21 mil 554 fans, que todo le celebraron.
How Soon Is Now? sonó rápidamente. Así de veloz evocó a The Smiths y sus cortos cinco años en activo. Evidentemente, ya no baila como antes, con esa destreza y delicadeza que tomó de mujeres que tanto admira como Cilla Black y LuLu.
Sin embargo, desde la plancha del Domo de Cobre, hasta la última butaca de la parte superior, le aplaudió un público que iba de vestir sus botas obreras casi en homenaje al oficio de los papás de Moz hasta los hipsters que usaban las gafa pastas como él las lució en los 80.
¡Qué amables, hermosos. Estoy muy feliz de estar aquí!”, rugió el hombre de sangre irlandesa y corazón británico, que tanto celebra el Brexit, así como escupe la memoria de la Primera Ministra Margaret Thatcher.
First in the Gang to Die emocionó a todo mundo. Fue la cuarta canción, pensando que pudiera ser la última la imagen del Domo de Cobre, fue una postal que fácilmente puede competir con la emoción que él mismo siente cuando ve a su primo Robbie Keane sobre las canchas de futbol en el Reino Unido o en Los Ángeles.
El piso se cimbró. Nadie desperdició los tragos y cantó con tal sentimiento esa rola que revivió a Morrissey en 2004 que lanzó su gran disco You Are the Quarry. Prosiguió con Kiss me a Lot y la gente no paraba de expresar tal devoción.
Es más, sus siguientes palabras hicieron recordar un pasaje algo incómodo del inglés. Después de despojarse del saco, se quedó en camisa, desabotonada como siempre las ha usado. Agitó la bandera mexicana con esa sincera simpatía que lo motivó a rendirnos tributo con una canción y tomó el micrófono.
Debó decirte esto: Creo que hay una cosa sobre el muro de Donald Trump, y es que la parte buena de su patético plan es que lo mantendrá siempre fuera de México”, rugió y por supuesto, la entrega fue magna.
Sobre la valla se empujaron, estiraban la mano con la esperanza de ser ese policía del Aeropuerto Internacional de San Francisco que en 2015 le tocó la virilidad, según contó Morrissey.
Hasta el cierre de esta edición, a las 22:15 horas, el público se deleitaba con el éxito de The Smiths There’s a Light that never goes out, entre otras, pero sorprendió antes con su protesta antitaurina.
Hace unas semanas leí que un torero fue herido por un toro y ¿saben que pensé?: ‘Jajajajaja’ me reí completamente”, dijo antes de seguir con The Bullfighter Dies.
Antes de cantar melodías clásicas como Irish Blood, English Heart y You Have Killed Me, Morrisey proyectó videos de tortura animal y de rastros, para cantar Meat is Murder.