«Es nuestro deber estar aquí. Darle las gracias», dice Prem, un funcionario, al paso del cortejo fúnebre
Bangkok 14 de octubre de 2016.- El cuerpo del rey tailandés Bhumibol Adulyadej, fallecido el jueves, ya reposa en el palacio real de Bangkok. Centenares de miles de tailandeses se alinearon este viernes, vestidos de negro y de blanco, el color asiático del luto, para despedir a un soberano que reinó sobre ellos durante siete décadas y al que muchos veneraban como un semidiós. Algunos lloraban; todos guardaban un profundo silencio, con la cabeza inclinada y las palmas de las manos unidas a la altura de la frente, en un gesto de respeto y devoción.
“He pasado toda la noche llorando. No me podía creer que fuera cierto que había muerto. Al ver hoy en televisión el recorrido del cortejo, he decidido venir con mis amigas. Era un deber verle y despedirle por última vez. Ya no vamos a tenerle más… ¡No nos podemos hacer a la idea!”, explicaba Praeng, una maestra de 30 años que, como la gran mayoría, vestía de negro estricto.
Ni Praeng ni sus amigas, ni sus padres ni incluso sus abuelos han conocido otro soberano —“¡todos, hasta mi abuelo, somos más jóvenes que él!”—, y su incertidumbre sobre lo que el futuro pueda deparar queda clara. En contra de lo que se esperaba, el heredero, el príncipe Vajiralongkorn, de 64 años y único hijo varón de Bhumibol, no fue proclamado nuevo rey, aparentemente para dejarle margen para honrar a su padre. “No sé. De momento, solo podemos pensar en la pérdida terrible que hemos sufrido”, explica la maestra.
A pocos metros, Prem, un funcionario que como todos los empleados estatales este viernes ha tenido el día libre para poder guardar luto por el rey, se seca las lágrimas en silencio. “No importa cuántas horas haya habido que esperar. Estar aquí era nuestro deber. Nuestra manera de darle las gracias”.
La gran mayoría de los que esperan ver pasar el cortejo en la avenida Ratchadamnoen, a pocos metros del Gran Palacio Real, han esperado durante horas. Muchos llevan parasoles, que cierran en señal de respeto al más mínimo rumor de que se aproxima el cortejo funerario. Otros portan calendarios o imágenes plastificadas del soberano y su familia. El intenso calor crea algunas bajas en las filas de leales: a medida que pasan las horas, los paramédicos atienden a cada vez más personas, sobre todo ancianos y niños, desmayados por las altas temperaturas y el largo rato pasado en ayunas. El resto aguarda estoicamente, en silencio. O no.
“¡Eh!, ¿qué haces? ¡Vete de aquí corriendo! ¡No tienes vergüenza! ¿No sabes dónde estás? ¡Ten respeto!”, increpa la población a una mujer que ha intentado encontrar un sitio entre la multitud. Su pecado, lucir una camiseta roja. Insulto doble: el rojo es el color festivo, pero también el de los partidarios de Thaksin Shinawatra, el antiguo primer ministro populista odiado por las elites cortesanas y del que algunos temen que aproveche la ausencia de Bhumibol para intentar regresar a la política. Actualmente vive exiliado para evitar que se le enjuicie por corrupción después de que un golpe de Estado le depusiera en 2006. La junta militar que gobierna el país en la actualidad, encabezada por el general Prayut Chan-ocha, depuso a su vez a la hermana menor de Thaksin, Yingluck Shinawatra, en 2014.
La mujer de rojo hace mutis por el foro con los ojos bajos. “Bien hecho”, masculla alguno. Un policía que vigila la multitud se atreve a lanzar una sonrisa.
Al paso de la comitiva funeraria, algunos pierden la compostura y las lágrimas se desbordan. A nadie se le ocurre tomar una foto. “Está prohibido y es una falta terrible de respeto”, explica Praeng.
A su llegada a palacio, el cuerpo del rey, que a su muerte el jueves era el soberano contemporáneo que llevaba más tiempo en el trono, era sometido a un baño ritual, administrado por el príncipe Vajiralongkorn, que a su vez estaba asistido por monjes budistas. La ceremonia marca el inicio de los 100 días de luto oficial, cuyos efectos ya se dejaban sentir en Bangkok.
Los principales periódicos se publicaban este viernes en señal de duelo en blanco y negro. En el aeropuerto internacional de Suvarnabhumi en Bangkok, una orla del soberano y un mensaje de duelo recibía a los viajeros. La televisión retransmitía de modo ininterrumpido programas de homenaje al soberano fallecido a los 88 años.
Pero en las zonas comerciales, la vida continuaba de manera habitual. Las tiendas permanecían abiertas y el tráfico de Bangkok exhibía sus atascos habituales, agravados en cualquier caso por el cierre de calles para el paso de la procesión fúnebre. (El País)