Conoce las dos versiones que giran en torno a una de las tradiciones más antiguas de esa localidad de Campeche. (Galería de fotos)
Nunkiní, Campeche. 08 de febrero de 2016.– La localidad de Nunkiní se encuentra en el municipio de Calkíni, Campeche, ésta es muy peculiar puesto que cada año en temporada de carnavales la gente del pueblo sale disfrazada de osos.
Dichos disfraces son hechos artesanalmente por los habitantes de la región y estos se componen de materiales como: costales, sabucán, piel de venado, reata y cencerros. La tradición, según cuentan los pobladores, viene de los años 20 del siglo pasado cuando un circo de los hermanos Acereto llegó proveniente del vecino estado de Yucatán.
Dentro de las funciones incluyeron un acto en el que aparecía un hombre disfrazado de terciopelo negro imitando los gruñidos de un oso, el show fue tan impactante para la gente de la localidad que en el carnaval de la época, salieron comparsas con gente disfrazada de osos acompañados de un domador.
La gente, a falta de terciopelo negro, utilizaron los materiales que tenían a la mano y que eran parte de sus labores en el campo.
Por otro lado, un joven de la localidad comentó que había otra versión de la procedencia de la tradición. Muchos años atrás Nunkiní estaba separada por una avenida principal (hoy es la calle 19 de dicha localidad) que dividía el pueblo en norte y sur, en la parte norte vivían los hacendados y en el sur los trabajadores de las haciendas.
Cuando algunos hombres querían ver a alguna muchacha de la parte norte y eran sorprendidos los linchaban en la plaza del pueblo, era tal la rivalidad de los dos bandos que incluso se lanzaban piedras entre ellos cuando había alguna «guerra» entre ellos.
Al ser esto una imposibilidad de convivir entre habitantes del norte y del sur, la gente de la época con las herramientas que utilizaban a diario se disfrazaban para pasar desapercibidos por las noches y cruzar la línea divisoria.
De ser así, el pueblo de Nunkíni cada año celebra en su carnaval que esa represión que vivían por los hacendados de la localidad desapareció, al igual que la línea divisoria, pasando de casa en casa visitando y bailando a todo aquél que diga sí en la puerta de sus casas. (Lorenzo Hernández)