Las palabras del primer ministro canadiense sonaron a música celestial para los representantes de una Europa fragilizada por el Brexit
Estrasburgo, 16 de febrero de 2017.- La Eurocámara ha recibido con largos aplausos a Justin Trudeau, el político de moda y primer ministro canadiense, que ha venido a Estrasburgo a celebrar el CETA, el polémico tratado de libre comercio con la Unión Europea aprobado el miércoles. Las palabras pronunciadas por Trudeau en el hemiciclo sonaron a música celestial para los representantes de una Europa fragilizada por el Brexit y por el avance eurófobo y populista.
“La UE es un logro extraordinario. Un modelo de cooperación pacífica. Es vital para resolver los desafíos a los que nos enfrentamos en la comunidad internacional”, sostuvo Trudeau. “El mundo entero se beneficia de una Europa fuerte”.
Trudeau habló de “valores compartidos” con Europa, como “la democracia, el Estado de derecho, los derechos humanos, la inclusión y la diversidad” y por eso, la UE y Canadá, —dijo— deben atreverse a “liderar la economía mundial”. El primer ministro canadiense no hizo mención a su vecino Donald Trump, pero sí aludió al presidente estadounidense y al rechazo a su credo proteccionista.
La inyección de autoestima a los europeos vino acompañada de un diagnóstico sombrío de los miedos que recorren Occidente, para el que según Trudeau, acuerdos de libre comercio “progresistas y modernos” como el CETA pueden convertirse el inicio de la solución de los problemas que acechan a las clases medias empobrecidas.
“Hay mucha ansiedad ahí fuera sobre el futuro. Hay que crear oportunidades para las clases medias. Tenemos que reconocer que hay mucha inquietud y ser capaces de responder a esa inquietud”. Pero sobre todo hizo hincapié en que cualquier pacto comercial debe favorecer a aquellos que sienten que el futuro de sus hijos no es tan prometedor como lo fue para ellos y en general a los damnificados por los desajustes de la globalización.
El comercio que tenga en cuenta los valores sociales, los derechos humanos y el medio ambiente son el bálsamo idóneo con el que combatir la ansiedad global, según el mantra que Trudeau defendió durante una media hora de discurso prudente y también después en una conferencia de prensa.
A Trudeau se le escucha con atención en Europa, porque de él se espera que explique en qué consiste su alternativa al populismo y el proteccionismo y cómo dar respuesta a los millones de votantes desencantados y cabreados. Canadá, con Trudeau al frente, se ha empeñado en demostrar que se puede estar abierto al mundo y a la globalización y al mismo tiempo garantizar un crecimiento cuyos beneficios se repartan de manera equitativa.
El acuerdo comercial entre la UE y Canadá entrará en vigor esta primavera de manera provisional, a pesar de que debe aún ser ratificado por los distintos Parlamentos nacionales y regionales. El miércoles, los eurodiputados votaron por amplia mayoría el pacto que elimina las tarifas comerciales a los bienes y servicios que se comercien entre ambos bloques, después de casi ocho años de tensas negociaciones. Bruselas calcula que el CETA podría incrementar el comercio con Canadá en un 20% y permitirá ahorrar 500 millones al año en aranceles que dejarán de pagarse. Los detractores del acuerdo sostienen sin embargo que el pacto concede más poder a las multinacionales en detrimento de los intereses públicos.
La Unión Europea y Canadá consideran el acuerdo de libre comercio un hito especialmente simbólico, en tiempos en los que la defensa de políticas proteccionistas y aislacionistas no dejan de ganar adeptos. Para la UE supone además un impulso a su credibilidad internacional, después de que el Brexit dejara a la Unión debilitada a los ojos del resto del mundo. A Canadá, el Tratado le permite reducir su dependencia de un Estados Unidos con el que no acaba de sintonizar.
El joven político canadiense se ha erigido en los últimos meses como la némesis de Trump, mientras que Canadá se ha convertido en la meca del pensamiento progresista mundial. La apertura de fronteras, la defensa de la multilateralidad y del feminismo, además de un talante amable y optimista definen el abismo que separa a Trudeau de Trump.