Según el International Crisis Group, hay aproximadamente dos mil tunecinos en las filas del Estado Islámico en Iraq y Siria.
TÚNEZ, 28 de febrero.- Túnez se puede definir como la cantera de la Yihad, la guerra santa. De hecho, el mayor número de combatientes extranjeros que han jurado lealtad al Estado Islámico provienen de este pequeño país del norte de África.
Se trata de un dato que no causa ningún honor, sino más bien vergüenza, a las autoridades tunecinas que intentan ponerle remedio con todos los medios que tienen a su disposición.
“Walid era el más pequeño de la familia. Él y Khalid, su hermano gemelo. Cuando Khalid se fue a Siria para luchar, Walid quiso irse con él a toda costa”, cuenta entre lágrimas Zahira, la joven esposa de Walid.
Hace meses Walid, de unos 20 años, eligió la Yihad, una tentación que aquí fascina a muchos, demasiados, jóvenes. Y por la Yihad murió, lejos de casa, en algún paraje sirio desconocido. Walid no es el primero de su pueblo llamado Abu Satia, en las afueras de Túnez, que ha llevado a cabo esta extrema acción.
La noticia de su muerte en combate llegó hace unos días y fue una sorpresa para todos. Familiares, amigos y vecinos se han acercado a dar el pésame a la esposa y los padres de Walid. No es fácil caminar entre la multitud que llena su casa.
Tratamos de detenerlo. Sin embargo, dijo que no podía vivir sin Khalid, su mitad. Por él comenzó a frecuentar la mezquita y por él decidió tomar las armas. No estaba enfadada, estaba triste. Triste porque le habían lavado el cerebro y triste porque mi Walid estaba echando por la borda un buen porvenir en Túnez para perseguir un destino que lo traicionó”, sigue la viuda.
Walid y Khalid, dos gemelos inseparables también en la elección de la Yihad.
Túnez es el país del que proviene el mayor número de combatientes extranjeros al servicio del Califato islámico instituido en Siria e Iraq. Son dos de cada 10, según las estimaciones más fiables, es decir, alrededor de tres mil de 15 mil.
“Son dos mil 500 o quizás dos mil 700 los tunecinos que han partido para combatir en Siria. Muchos más, nueve mil, son los que hemos logrado detener antes de que se fueran”, dice un alto funcionario del Ministerio del Interior de Túnez que pide permanecer en el anonimato.
Y continúa: “Actualmente, según nuestros datos hay mil 500 tunecinos luchando con el Estado Islámico; otros 600 habrían sido asesinados en combate y 560 yihadistas han vuelto a casa”.
“Este último núcleo supone un gran peligro para nuestra seguridad, pero lo estamos contrarrestando con todos los medios que tenemos a nuestra disposición”, agrega.
También señala que han llegado a este punto “por culpa del régimen de Ben Ali, que durante 30 años reprimió duramente cualquier práctica religiosa. Obviamente, después de la revolución se ha producido un retorno a la religión que ha resarcido también a los grupos más conservadores y más radicales”.
Desde la casa de Walid se inicia una procesión. Hay pocas personas en este extraño funeral sin el muerto. 30 o 40 personas como máximo. El ataúd es falso, porque no han podido recuperar el cuerpo del joven. Sin embargo, la ira sí que es de verdad.
El hombre que arenga a la gente desde de la camioneta usada como coche fúnebre tiene el aire de quien no quiere derramar lágrimas sino tomar medidas.
Tunecinos, despertaos, mirad este ataúd y despertaos. Se están llevando, uno a uno, a nuestros hijos y hermanos. Esos sinvergüenzas los envían a la muerte, más que a la Yihad. A nuestros chicos les han lavado el cerebro. Los transforman y los mandan a la muerte en nombre de un Islam que no es el nuestro. Hay que echar a esos falsos musulmanes. Fuera, fuera los terroristas de nuestro pueblo”, grita.
Según el International Crisis Group, hay aproximadamente dos mil tunecinos en las filas del Estado Islámico en Iraq y Siria, pero a estos hay que añadirles otros mil, tal vez dos mil, que están en Libia luchando con los yihadistas locales, aliados y vasallos del califa Abu Bakr al-Baghdadi.
No hacen falta cifras para darse cuenta de que la tentación de la guerra santa es muy fuerte en Túnez, donde no por casualidad las amplias túnicas blancas y las barbas largas -el uniforme de los salafistas* de orientación yihadista- se han multiplicado desmesuradamente después de la revolución de 2011.
Según los analistas, los tunecinos quieren demostrar a sus hermanos árabes que son buenos musulmanes. De hecho, más musulmanes que los otros. Por eso se van a hacer la guerra santa.
Túnez se considera un país del Islam moderado, cercano a los valores occidentales, y es para purgar esta culpa que muchos jóvenes se unen a la lucha.
Después de la embriaguez democrática y las muchas promesas incumplidas, el último gobierno ha decidido mostrar mano dura, prohibiendo a Ansar Al-Sharia, el grupo salafista más radical, y poniendo las cosas difíciles a todos los demás.
El resultado es que hay por lo menos dos mil militantes pudriéndose en las cárceles y que los que aún están en libertad sienten todos los días en la nuca el aliento de las fuerzas del orden.
“La verdad es que ya no somos libres. La policía controla nuestros movimientos, nuestras llamadas telefónicas, todo”, dice a través de Skype un representante salafista que no quiere enseñar su rostro, porque es demasiado arriesgado.
“Cualquier excusa es buena para meternos en la cárcel. Ante esta injusticia, ante esta violencia, no podemos no defendernos. Túnez no es tierra de Yihad. Hay buenos musulmanes y nosotros no matamos a los musulmanes. Pero nos defendemos de la violencia del Estado”, afirma.
Incluso en los barrios de las afueras de Túnez, que son su bastión, la presencia salafista es ya discreta.
“Hasta hace unos años estos grupos tenían una presencia pública masiva. Pero ahora ya no hay ni desfiles ni sit-in. Y las mismas instituciones de beneficencia, a las que los salafistas deben su popularidad, se han reducido al mínimo”, manifiesta.
“Puedo decir que hemos tomado el control de casi todas las mezquitas que estaban en manos de los salafistas. Eran mil 500 de cinco mil. Ahora no son más de dos o tres”, asegura el funcionario del Ministerio del Interior.
La protesta escenificada en el pueblo de Walid demuestra, sin embargo, que no todo es lo que parece, y lo demuestra aún más la larga lista de asesinatos, ataques terroristas y tiroteos con los yihadistas que golpean Túnez desde hace un año. Decenas y decenas de muertos y el riesgo de que el contagio se extienda.
Se trata de un movimiento de reforma surgido a finales de 1800, en relación con y como reacción al colonialismo occidental en los países árabes. Del salafismo han nacido las principales corrientes suníes actuales, aunque muy diferentes entre sí, como los Hermanos Musulmanes y el wahabismo de los sauditas, hasta la deriva de la proliferación de los combatientes islámicos.