Los Ghetto Kids se robaron la primera jornada del electric daisy carnival
CIUDAD DE MÉXICO.
El niñito del suero oral mejor se previno del coronavirus. Llegó ayer al EDC encueradito, gritando “¡puchojenso!”, (Push Your Hands Up!) pero con su cubrebocas.
Como él, uno que otro electroloco también tomó la alerta sanitaria en serio, hasta que la sed la eliminó. El primer trago de chela en la Curva 4 del Autódromo Hermanos Rodríguez acabó con la paranoia y la prevención. Los tapabocas sólo quedaron como un adorno más para seguir reventando.
Pero que no se diga que los muchachos no impulsaron la conciencia, como la promotora que colocó geles antibacteriales en los sanitarios y puntos de venta. En el Electric Daisy Carnival no sólo se promueve el PLUR (Peace, love, unity, respect) ni la pura perdición, claro quedó.
Por fin un viernes distinto a todos, uno para salir temprano de la escuela, de la chamba y llegar al festival vestido de guerrero azteca, con la primavera por delante, el lavadero aceitado o la barriga maquillada, porque en el festival que creó Pasquale Rotella no hay prejuicios. De ninguna clase. Hay mucha amistad.
Uno pudo llegar al Wasteland temprano para ver a Karina Rosee, y si uno se adentraba a la jungla, podía encontrarse con algún man que compartiera un tren de mota o a un paisano con jorongo y sombrero que avisaba dónde era la zona de mosh pit (donde la gente baila en círculo aventándose). Temprano y ya había catorrazos de los amistosos, ah, y el césped rebotaba, la prueba más clara de cómo los hardstylerz son los reyes de la loquera.
Su escenario hermano, el Dos Equis, estaba en estado naciente. Muy pocos. Pero todos llegaban directo porque por años fue el núcleo del perreo; sin embargo, ya el género rebasó las exigencias y lograron colarse al Circuit Grounds. Noizekid llevó a las chamacas y los chamacones hasta el piso.
En este escenario hizo calor del bueno y del pecador. Prácticamente era derby de cadera más grande del festival. Y eso que todavía no se subían los Ghetto Kids. Sin problemas le dieron pelea al kinetic Field, donde Party Favor iba de tocar Colegiala hasta la noventera The Rhythm of the Night.
Los gringos grabaron al mexicano encapuchado, al que cargó con el cartel más ingenioso con el Kemonito lanzándose desde la tercera cuerda y a las chicas que se alzaron en hombros para la foto, una acción fugaz porque los aguafiestas de la seguridad las bajaban de inmediato, quesque para no molestar a los de atrás o provocar incidentes.
Y así llegó la ceremonia de apertura en el kinetic Field, con las banderas en los más alto, con los gringos que llegaron vestidos de águilas, salvadoreños, canadienses, ecuatorianos, colombianos y toda la raza del continente que se dejó venir.
La maravillla de la tecnología y la naturaleza despertó. Las baterías de ambas mujeres llegaron a su máxima carga y los sistemas se activaron. “Estamos conectados con la energía de la vida. Unidos como uno”, dijo la máquina. Los fuegos artificiales se dispararon y la noche comenzó por fin con un flujo de energía tremendo, pero que no se quedó en el núcleo principal.
Líderes del perreo
Apenas terminó la apertura y la mayoría corrió a ver a los Ghetto Kids, pero casi todos. Los mexicanos se robaron el primer día, no hubo nadie más que los igualara en relajo, ni porque los canales les fallaron un par de veces.
Coqueta estaba llegando al calor máximo y se apagó la consola. Hydroponi no paraba en la bataca. El sonido regresó, y la calentura con él. No había rincón que no cantara Coqueta, que no se moviera candentemente o que se resistiera a un besote, menos si Luis los empujó a la tensión con el Chicharrón, de Guaynaa.
El diablito rondaba el Circuit Grounds. Una morra era liberada del gentío por seis policías. Dijeron que ya había tomado de más. Justo en el momento más emocionante.
Y qué bueno que entre el público había extranjeros, así aprendieron del perreo del barrio, donde ganan las que más abajo llegan. ¡Duro contra el piso! porque los muros estaban ausentes. El chiste es que los de Santo Domingo hasta cumbia villera llevaron.
Los vecinos del norte sacaron su hierba. Tyler, de San Francisco, se las ingenió para traer de contrabando. Compartió sin problemas, con la izquierda agarró el porro y con la derecha alzó el celular para iluminar Callaíta, de Bad Bunny. Con el cóver al Conejo Malo no quedó duda alguna que el reguetón también llegó a robarse los festivales de música electrónica. Y qué decir de Uzielito Mix. Irónicamente iba pasando un cartel de Juan Carlos Bodoque con la leyenda “Deja de violentar a las mujeres o te pego con mi Tottem”. Justo en la canción más rasposa y de las más melosas de los Ghetto Kids, Culo, su nuevo sencillo, y la Tusa.
Tan loco estuvo el clima que unas gotas de lluvia pusieron en alerta a los fans. Hubo más temor por perder el alaciado que por el coronavirus. Faltaban minutitos para que los Ghetto Kids pusieran el cerrojazo y las chamarras aparecieron.
Desafortunadamente se terminó el mejor acto. Tra Tra Tra avisó que ya no había más. Caras contentas y largas. Pero puro orgullo mexa.
Para los que no les gusta lo urbano y lo rasposo, había oportunidad de irse a ver al maestro Carl Cox a las 23:00 horas, en el neon Garden, o si gustaban del EDM comercial y popero, antes de la medianoche de hoy, Zedd arribaría al Circuit Grounds.
Excélsior