638 formas para matar a Fidel Castro

De todos estos intentos de magnicidio, el cubano acusó a la CIA, a los antirevolucionarios o a Posada Carriles

Cuba, 27 de nov. de 2016.- De todas las muertes que le esperaban a Fidel Castro, la que le alcanzó en la cama la noche del 25 de noviembre era la menos deseada por sus enemigos. Francotiradores, puros con veneno, un traje de buzo con hongos, explosivos o un químico para que se le cayera la barba fueron algunas de las exóticas formas diseñadas por sus enemigos para acabar con la vida del líder de la Revolución.

En el año 2007, la CIA desclasificó unas 700 páginas de documentos relativos al periodo comprendido entre 1953 y 1973 con información sobre intentos de asesinato al líder cubano.

Según informó The Washington Post, incluían datos de «al menos 8 intentos de asesinato de Castro entre 1960 y 1965». Sin embargo, las autoridades cubanas hablan de cifras mucho más altas: más de 600 operaciones, conspiraciones fallidas o magnicidios abortados.

El propio Fidel Castro contribuyó a alimentar el mito sobre su imbatibilidad “Realmente no fueron 30 ni 6, ¡fueron… 300! Porque no hay que contar solo los planes que organizaba la CIA allí: compra una bomba, un fusil para matar un elefante, una pluma que dispara una puntillita y envenena, una careta que produce no sé qué hongos y que cosa…”, dijo en un discurso en la Asamblea en 1993.

De todos estos intentos de magnicidio, Castro acusó a la CIA, a los antirevolucionarios o a Posada Carriles.

Sin embargo el deseo por acabar con su vida había comenzado mucho antes, casi desde el día de su detención. «Temo por la vida de mi hermano, han tramado una peligrosa conjura para asesinar a Fidel. Yo propongo que se suspenda este juicio». El menor de los Castro defendió a su hermano frente al tribunal que les juzgaba en 1953 por el asalto al cuartel de Moncada.

Desde ese día de Eisenhower hasta Clinton, pasando por Kennedy, Johnson, Nixon, Carter, Reagan o Bush (padre) se utilizaron los métodos más disparatados para asesinarlo, dignos de la mejor novela de espionaje.

Plumas explosivas, máscaras de bucear contaminadas, helados envenenados, bombas bajo el suelo, fusiles de larga distancia o puros intoxicados forman parte de la larga lista de intentos detallados en el libro La guerra secreta, escrito por su antiguo jefe de inteligencia Fabián Escalante.

Uno de los atentados más peculiares fue dirigido contra su barba, icono de los revolucionarios. Segun un informe de 1975, EE UU creía que parte del magnetismo de Castro ante su pueblo residía en su barba. La CIA pensó que la caída de la barba mostraría a los cubanos un Castro débil y vencible por lo que contempló poner sal de talio en sus zapatos o en uno de sus puros. El producto químico absorbido o inhalado por el líder cubano provocaría la caída del vello. Un plan que finalmente no se llevó a cabo.

Otra de las propuestas fue poner LSD en una estación de radio donde Castro se dirigiría a los cubanos y conseguir así que enloqueciera. O colocar una brillante caracola-explosivo en una de las zonas favoritas de Castro para bucear. El molusco explosionaría en el momento en que el líder cubano la agarrara para verla de cerca.

En 1975, el Senado de EE UU confirmó que había pruebas concretas «de un plan para obsequiar a Castro con un traje de neopreno forrado con esporas y bacterias que le provocarían una grave enfermedad en la piel (o tal vez algo peor)». El plan falló cuando Castro recibió de manos norteamericanas un traje de buceo diferente.

Sin embargo, la opción favorita de EE UU fueron siempre los puros habanos, bien con veneno o con explosivos, dada la debilidad de Castro por el tabaco. Uno de los primeros intentos de magnicidio fue el hotel Waldorf-Astoria, durante el histórico viaje a Nueva York en 1961. El comandante debía encender un puro en su habitación que explotaría y le volaría la cabeza. Un plan que finalmente tampoco se llevó a cabo.

Pero según su exjefe de inteligencia, lo más cerca que la CIA estuvo de matar a Fidel Castro fue en 1963 cuando casi logra hacerle beber un batido mortal. El intento salió mal cuando la pastilla que debía envenenar el batido se quedó pegada al refrigerador del Hotel Hilton de La Habana derramando su contenido y con ella la mejor opción para asesinarlo. (El País)